Conexiones

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El canto de los pájaros, el sonido del agua al correr por un río, el viento que silba entre los árboles, un vaso que se rompe, las pisadas al caminar, incluso el sonido de nuestra propia voz… todos ellos nos entregan un mensaje y despiertan una sensación de conexión invisible: un hilo sutil que nos une al otro, cuando los escuchamos con el corazón.
Entonces aparece la conversación. Esa que lleva y trae mensajes del entorno que habitamos, de los seres que nos rodean.

Así, el ser humano transforma los sonidos de la cotidianidad en una obra de arte: con forma, sentido, tiempo e intención. Para contarnos una historia, un sueño, un sentimiento que su alma necesita entregar. Y justo ahí, cuando escuchamos esa recopilación de ideas, sonidos, formas, letras y ritmos en armonía, algo en nuestra alma se conmueve. Se conecta. Y se vuelve parte de ese todo que es la música.

La música nos recuerda que somos reflejo de los otros. Que en el movimiento, la tristeza, el amor, el dolor, la alegría y las lágrimas compartidas, también nos encontramos.

Ese hilo invisible que nos conecta con un sonido, nos conecta también con las personas que resuenan con él.
Y ese tejido de vaivenes se convierte en comunidad: una que comunica e intercambia sentimientos a través de la música.

Por: Maria Elena Gómez

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